sábado, 26 de julio de 2014

YO TENGO UNA RISA TONTA.



Yo tengo una risa tonta, una risa
que me quiebra por dentro.
Es entonces cuando rompo con ese alambre
que recorre mis nervios y los distorsiona.

Risa nerviosa, con sabor dulce y amargo,
cascada de emociones rotas,
de espuma y lágrimas.
Cuando la palidez del rostro se pinta de color
y de la caverna de nuestra boca, brota
ese estertor de muerte y parto de la risa tonta.

Por eso yo tengo una risa tonta; porque necesito
arrancar de mis entrañas las criaturas vivas
de los miedos.
Porque necesito soltar y hacer vibrar los músculos que
un día yacerán rígidos.

Yo tengo una risa tonta, porque prefiero llorar de risa,
por mí, por él, por todos los necios del mundo que ni
sienten ni padecen, pero sí hacen que los demás lo hagan
y desgarrar así la tensión que me producen.


Pero también tengo una risa tonta cuando me enamoro
y me vuelve esa emoción de atardecer;
ese rubor que sube hasta mi cara y me libera de la
cabeza a los pies y brota como un manantial la carcajada.
Pero es sólo cuando dejo de reír y sonrío, agotada y 
feliz, cuando doy gracias a Dios de haber nacido.

Como si ese dolor convulsivo de mis propias entrañas
me pariera de nuevo.
Fijaros si es tonta mi risa, que me río de los muertos y
los vivos. Más de los vivos, ya lo siento. Del que ejerce
su poder mirándome a los ojos.
Me río en el silencio, en la represión, en la tiranía.
Me río de los que no nos dejan que lo hagamos
libremente y pretenden que sea por mandato.
Y yo por esa sensación de libertad y por más cosas,
por contagiarte también con la alegría,
tengo una risa tonta, tonta, tonta.


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