viernes, 28 de septiembre de 2012


SAMEOP


Hay mujeres que hacen poemas
y  poemas que hacen mujeres.
Las mujeres que hacen poemas
leen libros, ven películas de autor
y navegan por los mares de Sameop.
Las mujeres que habitan en este país
se rigen y reconocen por códigos internos,
pueden tener cinco hijos o ninguno,
diez amantes o diez gatos,
llevar el pelo corto, muy corto,
o hasta la más alargada de sus sombras.
Las mujeres de Sameop cultivan versos
y rebuscan en las carcasas calcáreas de sus deleites.
Las mujeres de Sameop leen a los filósofos, los políticos,
te rebaten los versos, las texturas  
y participan en marchas callejeras y reivindicativas.

Los poemas que hacen mujeres,
hacen mujeres idílicas de grandes pestañas,
pelo largo, piernas largas,
tienen los pies descalzos de Sofía Loren
y la mirada salvaje de Jennifer Lopez.
Fumadoras de sueños apasionados,
las mujeres de los poemas surgen del humo,
del halo de tu boca,
nacen de la oscuridad,
te enjabonan las manos y los versos,
se deslizan por tus sábanas blancas,
se alojan en el mapa de tu cuerpo
y se bañan desnudas en los húmedos ríos.
Los poemas que hacen mujeres,
habitan en los límites del tormento
o en las dulces montañas de su anatomía.

A veces, sólo a veces,
las mujeres de Sameop y las otras, se parecen.



Begoña Iribarren

sábado, 15 de septiembre de 2012


ME GUSTAN LOS HOMBRES

Me gustan los hombres que aman a los hombres
y los hombres que aman a todas las mujeres

Me gustan los hombres que andan seguros y pisan fuerte
porque saben a donde van.
Los que no tienen que decir la verdad
porque ellos son la verdad y no necesitan sincerarse.
Me gustan los hombres que fabrican lunas rubias como cerveza
y los que beben cerveza para fabricar lunas.
Los feos que llevan gafas pero se las quitan para que les veas la cara.
Los que tienen miedo y lo superan para vencer a la injusticia.
Me gustan los hombres que sonríen ante las adversidades
y lloran viendo una película.
Los que respetan a su madre porque respetan la vida que les dio.
Los que rezan por los vivos y hablan con sus muertos.
Me gustan los hombres creyentes de algo que no saben.

Me gustan los hombres que caminan durante días con los pies rotos
para defender su dignidad.
Los que juegan con los niños porque llevan un niño dentro.
Me gustan los hombres que leen a los poetas
pero saben contar chistes picantes.
Los divertidos, los que te arrancan sonrisas como flores
y los cuentistas creativos porque algún día escribirán un libro.
Me gustan los hombres que perdonan
aunque no tengan ningún motivo para hacerlo.


Me gustan los hombres que tienen el pelo largo
igual que las mujeres
y los que llevan los vaqueros como una segunda piel.
Los que cantan en francés
y los que besan en todos los idiomas.

Me gustan los amantes atrevidos,
los hombres que aman a los hombres
y los hombres que aman a todas las mujeres

Begoña Iribarren
No perdono que nos quiten las ganas,
las ilusiones, los "luegos", los “a veces”.
Ese querer despertarse cada día
ambicionando un beso, una caricia.
No perdono a los que roban
las pequeñas golosinas de los infelices
y los calcetines blancos de la niñez.

No perdono a las plumas resecas 
sin la ilusionada tinta brotando de sus venas.
No perdono a los que roban risas,
a los que comen el pan de otros hombres, 
amasado con sueños
y visten en secreto de luto a las estrellas.

No comprendo a los melancólicos,
ni a los vivos que sueñan con la muerte.
No corren buenos tiempos para pararse a llorar,
para vestir a la luna con los crespones negros de la noche,
ni para dormirse en el peligroso columpio del romanticismo.

No son tiempos de caligrafías impecables,
de letras en cursiva como olas de mar ,
porque nos han quitado las ganas,
esos a los que no perdono, 
de buscar en las alacenas floridas de los pasillos del alma.

Que sea el verso libre, valiente,
con la majestad solemne de los dignos,
recto y claro, bravo y alto, muy alto,
como los orgullosos ecos de los enamorados,
para que lo escuchen todos
y para que no nos pillen dormidos los buitres del desierto.