Mi
paseo va al mar,
y tiene una lluvia de hojas doradas en
Octubre,
cuando
las estaciones hacen su tránsito
y los
ánimos cambian a capricho del viento.
Hoy he
visto la playa vacía
y me he
fijado en su arena;
hace
tan sólo un mes,
antes
de que un soplo huracanado
hiciera
cerrar los ojos al verano;
una
alfombra de cuerpos ,
bañadores
de colores,
sombrillas,
risas con sabor a limón
y una
música de manos mojadas,
aleteaban,
sobre la cabeza rubia de la playa.
Sin
embargo, hoy, es oscura la arena,
dura y
negra en su abandono;
con esta
melancolía salpicada de otoño,
me
parece más grande la playa sola,
como un
mantón olvidado hasta el próximo año,
un gigante
durmiendo en soledad.
No oigo
a los jilgueros en las ramas caladas,
pero mi
paseo tiene una lluvia
de
hojas ocres, tiernas y libres
que
unos árboles esqueléticos,
como
brazos generosos
lanzan
sobre mis pies para consolarme.
Es
triste la playa vacía,
es como
una madre,
o como un
gran árbol silencioso
que
aguarda impaciente el trino de sus aves.
Es un
abrigo húmedo, sobre los hombros de Octubre.
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