jueves, 24 de julio de 2014

EL PIANO Y LA MÁQUINA DE ESCRIBIR.




Cuando tú aprendías a tocar el piano
yo aprendía a escribir a máquina
con mis tiernos deditos de niña humilde.
Así se fraguó la gran diferencia;
nunca fue lo mismo tocar unas teclas que otras.

Mientras tú descifrabas las notas del solfeo
y leías partituras de grandes maestros
yo,  aprendía los signos de la taquigrafía.
Tú, dabas recitales en casa para los amigos de tus papás,
yo, confeccionaba los recibos para el administrador de la comunidad
por un pellizco en la barbilla y dos pesetas para el cine.

Así se fraguó la gran diferencia.
Hoy, tú sigues tocando el piano cuando te lo piden
aunque ya tus dedos así como los míos,
respondan torpemente a las expectativas
y a ti se te cuelen las notas y a mí las faltas de ortografía.

Yo, de vez en cuando, golpeo de nuevo estas teclas
que no me dieron como a ti, momentos de gloria,
en aquellas tus tardes infantiles de niña bien,
pero me aseguraron el pan para cuarenta  años.

A ver qué teclas tocas! decían los mayores
y es que nunca fue lo mismo tocar unas teclas que otras.

Ahora, cuando nos encontramos;
compruebo que  nuestros dedos se observan fijamente.
Los míos con un poco de rabia proletaria,
apretarían sin piedad los tuyos de niña vieja y pija…,
pero, al final, se acarician tiernamente
y suena una balada vibrante y divertida.

La la la la. Toc toc toc toc.

No hay comentarios:

Publicar un comentario