Yo
me fui del brazo de Noviembre en madrugada,
dejando
en la sombría acera nuestro amor.
Quise
sellar tu nombre en la cuadrada pizarra de la noche,
en
aquel paño sin ribetes, ni lunas, pero no pudo ser.
Noviembre
me abrazó nada más verme.
Me
arrebató el sonido del agua de tu ribera,
en
la que te dejé dormido;
me
sacó de tu sueño, del calor de tus sábanas,
del
pasillo sin puertas de tu casa
y
me llevó con él enlazada a su brazo.
No,
no pude escribir tu nombre en la noche, obscura y tierna
como
una onza de nuestro pasado,
ni el sonido de tu voz y de tu risa.
No
quedó nada, acaso,
un halo del humo de tu cigarro perdido en el
tiempo
y un amargo sabor a chocolate.
Noviembre
se lo llevó todo con su frío;
los aromas, el ardor de tus ojos;
todo
lo tuyo se lo llevó Noviembre en madrugada
y
yo me fui con él, encadenada a su brazo,
para
tenerte conmigo.
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