Estoy yo descuidada tejiendo
primaveras
y entráis por mi puerta a decorar
mi casa;
eso sí, agradezco esta intención
igual que una sonrisa;
vosotras, rosas sin tierra, ni
raíces
que os auguren lluvias, mimos
y tardes soleadas;
venís con el olor rancio de todo lo
que acaba.
Miedo me da que el que las vea luego,
si las ve,
esté triste, muy triste,
con una tristeza larga y ancha
igual que una avenida;
miedo me da, que se mire en ellas
buscando analogías,
pobres rosas, que llegáis con la belleza colgando de los días,
y vuestro Mayo roto , a perturbar
mi estancia,
adornada de recuerdos.
Os mostráis ante mí efímeras y
hermosas,
con el sudario puesto de celofán
brillante.
Rosas sin vida de espinas
testarudas
que duran lo que dura la herida que
causáis;
¿Quién os hace llegar ,
ya muertas a mis brazos y al agua de mi fuente?
para haceros durar igual que a un
mal amor,
como si no supiera abrazar las
flores del jardín
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