Pídeme que se apague la
diminuta luz de la vela
que aguanta el soplo de los besos,
Quítame la miel que se
disuelve en la humedad
de la lluvia de mi paraguas
y esas perlas del agua entre
los dedos.
El aroma del fuego al pie de
la memoria.
Pídeme ;
la presunción inocente de los
condenados
y este tintineo alegre de mis
llaves sin puerta.
Pídeme el jadeo de los
espíritus en mis oídos;
El recorrido lento por las
veredas
que son tan hermosas como estampas de Dios.
Róbame las huellas, los
rastros,
los bocetos del tiempo
punteando en la frente,
y esta codicia del viento
que se lleva las hojas de los
otoños.
Llévate la esencia que no
muere
y la libertad de mis tardes
de sol,
cuando aguardo tu vuelo
ansiando tu llegada,
ese revoloteo tuyo
entre los pétalos blancos de
mi cuaderno,
mariposa de luces, que vienes
y vas.
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