No sé que será que cuando te
miro
me vuelan palomas en mi nido inquieto;
no sé yo que tienes que
cuando te escucho
yo siento en mi oído tu voz
tan lejana
cual el eco mudo de la noche
amada.
No sé que será que calienta
el frío
y hasta el viento sopla dentro
de mi abrigo.
No sé yo que tienes que aún suave
la espera
me inquieta el segundo que te
tengo cerca.
Este sentimiento valiente y
cobarde,
se irrita y se endulza con el
mismo aire
y ahí vamos tú y yo, entrada
la tarde,
uno con desgana, el otro con
hambre.
No sé que será que no corre
el tiempo
y hasta tiene telas el viejo
teléfono.
Así yo, sedienta, jugosa a la
vez,
mis ojos inclino al ver un ciprés
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