sábado, 26 de julio de 2014

EL BALCÓN DE UNOS OJOS.



Un hombre y una mujer
recién despiertos,
se reencuentran en un amanecer,
en la cima soleada de una cama;

La persiana recorta la luz
y forma un pijama a rayas;
se miran y remiran,
con un amor que les llega hasta el embozo.

El sol les saca de sus sueños,
les arrastra hasta el balcón del iris
donde cuelgan sábanas que ondean
y se confunden como nubes
en un cielo, que son ojos.

Cuando las sábanas no están,
el fino cordel del colgador,
sólo y estático,
aguarda nuevas ropas
brazos húmedos de jerseys,
pantalones, faldas que
acompañaron tantos y tantos paseos.

Cuando la ropa no  está,
la delicada cuerda se hace alambre
corta la perspectiva,
divide la casa en dos,
el cielo, las montañas
y forma rectángulos
individuales y solitarios,
en un efecto óptico
lejano y doloroso.

El acero tiene pinzas,
que muerden, la línea divisoria
entre dos mundos.




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