Un hombre y una mujer
recién despiertos,
se reencuentran en un
amanecer,
en la cima soleada de una
cama;
La persiana recorta la luz
y forma un pijama a rayas;
se miran y remiran,
con un amor que les llega
hasta el embozo.
El sol les saca de sus sueños,
les arrastra hasta el balcón
del iris
donde cuelgan sábanas que
ondean
y se confunden como nubes
en un cielo, que son ojos.
Cuando las sábanas no están,
el fino cordel del colgador,
sólo y estático,
aguarda nuevas ropas
brazos húmedos de jerseys,
pantalones, faldas que
acompañaron tantos y tantos
paseos.
Cuando la ropa no está,
la delicada cuerda se hace
alambre
corta la perspectiva,
divide la casa en dos,
el cielo, las montañas
y forma rectángulos
individuales y solitarios,
en un efecto óptico
lejano y doloroso.
El acero tiene pinzas,
que muerden, la línea
divisoria
entre dos mundos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario