jueves, 24 de julio de 2014

POEMA DEL EGÓLATRA



A mí, me. Yo.
A mí, a mí que inventé el verso, el océano, los bosques.
Yo que me quiero, me adoro, me idolatro.
Yo la gran amada, el gran amado,
sabedor de todas las cosas.
Yo el mejor, el indiscutible,
cáliz irrepetible.
Yo heredero divino, el gran sabedor.
Yo que instalo el sol cada mañana,
lo pulo y lo amamanto.
Yo que coloco las nubes, que lleno los ríos,
los océanos.
Yo y nadie más que yo.

Yo que nací para que me lo hicieran todo.
Yo que inventé las artes para que me sacaran brillo
Yo que llevo a mi cielo de sombrero.
Yo que inventé el catón de la reverencia.
Yo que me obedecían,
Me bailaban, me acunaban, me todo.
Yo, el Gran Amimeyo, Dios divino
me he quedado sin sombras.
no veo bajo mis pies los extraños fenómenos
que aleteaban a mi alrededor.
¿Zarigüellas? ¿Mariposas? ¡Buah!

Yo que inventé el fuego, el huevo crudo, los reptiles,
la comba, la manzana.
Yo, he perdido el me, yo,
yo y nadie más que yo me han  perdido el me,
Yo lloro por mi me, por mi universo osado;
por mi él desconocido
por el dichoso tú,
por la mala uva de mis gallinas
y por mí, por mi, por mí, por mi me.
A mí que me querían, me adoraban, me idolatraban
¿Me? ¿Quienes?

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