Bajad estrellas mudas,
os lo digo a vosotras
que os cosieron al cielo
niñas bobas
con hilos blancos de amoríos
enredados entre los dedos.
En mi calle hace años
que se rompieron las farolas
y no las arregla nadie,
ya es mucho trabajo vivir todos
los días;
por eso, quizá, negros presagios
os aúllen en alguna alcantarilla;
un gato escondido de un perro
voraz.
A veces en mi barrio hay nubes
caprichosas
que mojan sólo a uno.
Puede pasar que un grano
solitario os persiga,
o un dolor de cabeza, como un
clavo.
Puede pasar también
que una mujer escapando del frío,
se meta dentro de un fogón
encendido.
Algunos, os advierto,
llevan puesto siempre un grito
negro
encima de su labio,
como el bigote de un tirano.
¡Qué miedo! ¿Verdad?
Os aseguro que yo cuando los veo
me tiembla hasta el flequillo,
pero, vosotras, no tengáis miedo,
igual alguien al veros,
descubre su cabeza,
se quita la vieja visera
y os tiende su brazo tatuado.
¡Quien dijo que la tristeza pobre
no era elegante!
que sólo la rica, es melancolía,
inspiración de poetas,
esos amigos vuestros
que cenan con la luna.
Sacaos bien el brillo
y bajad un poquito,
¡Tampoco todo es malo!
Hay gaviotas muy listas
que vuelan todas juntas
y amores que crecen y crecen
igual que malas hierbas.
Sabemos llorar, reír, cantar y,
además,
estáis tan lejanas
y somos tan buenos que,
¡Hasta os hacemos versos!
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