sábado, 26 de julio de 2014

EL PASEO



Yo salí de las cuatro paredes de mi casa
para respirar el aire bondadoso de la calle
y vi a las mujeres abrazando a sus hijos
a los amantes abrazando al amor
y a las soledades que se daban la mano.
Yo los vi como se ve una película
en una gran sala a la luz de la luna.

Contemplé sus rostros, sus bolsas de la compra,
pegadas a sus cuerpos como una segunda piel
y me imaginé  sus gustos, sus costumbres,
qué libros, qué ropas, qué zapatos
construyendo una vida.

Descubrí a dos amantes juntos, acaramelados,
furtivos y apasionados
y me compré un collar que me hizo juego
con la noche.
Hablé con mi sombra dibujada en la acera
y con mis espíritus
y les abroché los botones sueltos de los recuerdos.

Todo eso lo hice en una tarde,
una de tantas, una de esas tardes más,
que caminan solas por el tiempo
preñadas de días, de horas,
de soles y  de sombras;
hasta que por azar me encontré contigo
y te miré de frente,  con sorpresa
y una gran sonrisa,
como si no te llevara dentro de mí. 

Y entonces noté que, de mis piernas crecían mariposas,
como alas que de mis manos volaron tiempo atrás,
y nos besamos y nos dijimos adiós, igual que tantas veces,
pero esta vez despacio, de puntillas, como quien no quiere la cosa,
y yo te vi alejarte, como se aleja un hijo,
con una tenue  lágrima y un dulce bienestar.


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