sábado, 26 de julio de 2014

PESADILLA DE VERSOS.


Versos enredados, ensortijados, confusos,
letras enfrentadas, palabras del revés
como vecinas enfadadas,
con parapetos de flores en los balcones.
Así eran algunos de los poemas que yo soñé,
en aquella noche agitada  por el viento.
Está claro que aquello fue una pesadilla,
porque yo sabía que el verso era libre
y que era hermoso como huellas de Dios.

Pero allí el poema era sólo una máscara, un  sombrero,
un traje a medida para lucir en las tardes de fiesta.
Los versos eran pulseras de quita y pon,
guantes donde esconder las garras,
jeroglíficos secretos, oscuros, impenetrables.

Fue una pesadilla, una noche en la que,
en lugar de soñar con brujas, como siempre,
soñé con versos.
Pero esos no eran versos,
eran sólo sus sombras,
eran sólo las negras baladas;
porque yo sabía que el verso era bello
yo sabía que el verso era hermoso.
Por eso  los busqué;
busqué a los verdaderos versos
detrás de las cortinas, detrás de los disfraces
y de los ojos de los mentirosos
y de los falsos dioses.

Y los encontré, los encontré
entre las telas abandonadas de la justicia,
de la compasión, de la tolerancia
y en la sensibilidad altruista de los generosos.
Allí estaban y allí los dejé.

Y me parece que busqué,
que busqué también entre los poetas…, no lo sé.
Aquello fue un sueño, está claro,
una noche en la que,
en lugar de soñar con brujas, como siempre,

soñé con versos.

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