Los versos de las madres
son oraciones,
cantinelas que te cuelgan con
pinzas
en las cuerdas del alma.
Sus murmullos,
vuelan de azotea en azotea
y tienen connotaciones sabias
y cantos de niñas viejas.
Las versos de las madres
son a los hijos,
como los rulos a su cabeza,
y cuando lloran,
lloran por todos los versos
olvidados,
por los incomprendidos,
por los no escuchados,
por todos los versos
perdidos.
Sus estribillos de madre
se mecen en la cuna de tu
cuerpo
y llegan a tus labios cuando
menos lo esperas;
haga frío o calor, en tus miedos, en tus alegrías
y en la más profunda de tus amarguras,
siempre, pase lo que pase,
vuelve su letanía repicando
en tus oídos.
En tus días felices y en los
tristes,
aunque ya se hayan ido,
siguen ahí, alegrando el
segundo,
o atormentando el recuerdo,
y están en la lágrima
y en el clic de las copas
cuando brindas.
Sus versos pasan de
generación a generación
con toda la fuerza de la
naturaleza.
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