lunes, 31 de agosto de 2015

REFLEXIÓN.

No sé por qué, mirar los poemas
es como ver las viejas fotos.
Casi siempre me veo más joven,
aunque los haya hecho la semana anterior;
pero no sé si en este caso, eso es lo bueno.

¿Seré inmadura, me pregunto?
¿Soy yo así y en qué estado me encuentro
cuando escribo?

Entonces me sacudo toda responsabilidad
y pienso que son mis malas brujas las que me dictan
o alguna niña diabólica y siamesa habitando en mi cerebro,
como en las películas de horror.

Leer los poemas es sorprenderse con uno mismo,
como cuando nos escuchamos
o nos fotografían despiadadamente.

¿Pero, a quién cargarle el muerto en este caso,
con quién enfadarse
o acusarle de una mala praxis;
de una falta de oficio
y hasta de responsabilidad?

Lo lógico sería hacerlo de uno mismo,
pero ¿y si no me enseñaron a leer correctamente?
Si no tuve un catón donde poder leer
las emociones sin ruborizarme y sin ponerles excusas?
¿Y… si al final, es la maestra de primaria la culpable?

¿La maestra de primaria? Está claro que cuando escribo
y mucho más cuando me leo, me quito un montón de años.


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