EL CASCABEL DE LOS GATOS
Ya no
iluminan mi balcón
los ojos de
los gatos y creo que es,
porque se
han dado de baja
en el
sindicato de los tejados.
Parece ser
que ya
nadie les
quiere poner un cascabel.
Y es que no
es fácil, dicen ellos,
categóricos.
Ahora que
los gatos duermen en colchones
y no hay
peligro de que pierdan
ni cuatro ni
seis vidas de un trompazo;
es posible
que ahora,
sean los
vecinos
los que se
hayan subido al tejado a rebelarse.
Sí ellos,
los que viajan siempre sin paraguas,
mientras las
nubes descargan
su despótica
lluvia.
Ya no hay
sitio para los gatos
sobre las tejas
de las casas
y yo
reivindico
su poético
maullido en la noche,
su
solidaridad con la famosa gata de Liz Taylor
y su
caliente tejado de zinc.
Que suban
ellos, gatos huidizos,
para que
puedan dormir tranquilos
a la luz de
sus ojos,
los hombres
en sus camas.
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