viernes, 23 de noviembre de 2012

Todos los días se paran los relojes,
se apagan las ventanas de la aurora.
Todos los días un amante inmortal
te roba el corazón y se lo lleva.

Cada segundo que pasa se cierra una vida, de repente,
como se cierran las puertas de un vagón, 
un golpe seco.
A veces los trenes tienen alas de pañuelos, a veces…
Otras, la uña de un ángel araña las nubes
y te llueven los besos que nunca se dieron.

Yo era rea de la tarde,
prisionera de un sol carcelero entre los brazos,
cuando se puso gélida la noche
y se vistió de violeta la mañana.

Cuando llegué, 
sólo los raíles me hablaban de tu marcha.
No hubo abrazos ni hubo despedidas,
sólo estaban tus dos mares cerrados a mi calma.

El verde de tus montes fue aquel día
la colcha de tu cama,
porque se te cerró la vida de repente,
como se cierra la puerta de un vagón,
un golpe seco.

Todos los días un amante inmortal y enamorado
te roba el corazón y se lo lleva.

Begoña Iribarren Astorkiza

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